Díaz equilibró fuerzas, concediendo dádivas y privilegios a unos y a otros apoyándose en ambos. Pronto los viejos porfiristas fueron desapareciendo para dejar el lugar a nuevos porfiristas científicos; los generales Jerónimo Treviño, Francisco Naranjo y Manuel González se retiraron de la vida privada para gozar de sus riquezas, al tiempo que otros se fueron gastando en la política o fueros asesinados como García de la Cadena y Ramón Corona.
Al concluir su periodo, Manuel González entregó el gobierno a Porfírio Díaz, declarado presidente constitucional el primero de diciembre de 1884 al 30 de noviembre de 1888.
El nuevo régimen porfirista se inició con la política de conciliación; Díaz en sus rebeliones contra Juárez y Lerdo, recobraron sus grados y empleos.
Díaz llamó a colaborar con el a los hombres de la nueva generación liberal con pretensiones científicas y humos aristocráticos.
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